Corea domina el Metropolitano en una noche teñida de kpop

Las luces se apagan lentamente y la banda surcoreana Stray Kids cierra su única actuación en España --tras la cancelación anunciada el pasado mes de su segunda fecha--.  Más de 60.000 personas gritan por última vez tras tres horas y media de música. El Riyadh Air Metropolitano se despide coronándose como el estadio que ha albergado el espectáculo de kpop más grande del país, humillando a un Bernabéu que por su problema con la insonorización  ha quedado desbancado en su lucha por adquirir los mejores espectáculos. Con miles de fans recogiendo las serpentinas para llevarselas como recuerdo y los alrededores abarrotados, la noche madrileña se tiñe de rojo y negro, en homenaje a la banda líder de la cuarta generación del pop coreano. Pero antes de todo, volvamos al principio.

En un tren Ave hacia la capital me dispongo a vivir una de las fechas más esperadas en mi calendario, sin saber que el recibimiento iba a ser una ciudad completamente llena de fans. Las colas acaparan las calles del centro de Madrid, concentrándose en las tiendas de merchandising y restaurantes asiáticos. Jóvenes y mayores de distintas edades y nacionalidades visten los distintivos llaveros y peluches de su banda favorita, dejando atrás el miedo juvenil a no encajar o a ser juzgado. El kpop ha ganado una mayor presencia en los últimos años, demostrando a todos aquellos que lo miraban con prejuicios que no es la música de unos pocos, es un movimiento mundial. Muchas de las niñas que en su día escuchaban a BTS, señaladas bajo risas en sus institutos, ahora en la veintena exponen con orgullo lo que nunca debió ser un gusto privado, escondido de los ojos ajenos para no molestar o ser molestado.

El centro de Madrid se alza como el núcleo social de los turistas, ahora también transitado por las fans que esperan impacientes a que la pantalla de los cines Callao muestre el anuncio de la gira. Gran Vía acoge, acepta y abraza a una comunidad que llega con las pupilas destellantes después de que Stray Kids cancelase su parada en el país en 2020 por la pandemia de la covid-19. La capital no decepciona y despliega su amplia gama de atracciones turísticas, con una ruta coreana con motivo del evento. Sin embargo, los pasatiempos solo consiguen entretener temporalmente a unos visitantes eufóricos por ver a sus ídolos. 

Algunos de ellos incluso llegaron a aprovechar la filtración del hotel de las estrellas para 'acampar' en sus puertas esperando su salida. Una actitud que, si bien ocurre habitualmente con otros artistas, tiene mayor gravedad al tratarse de un grupo que procede de una sociedad que valora mucho más la seguridad y tiene unos protocolos muy estrictos en cuanto al contacto fan-ídolo. Dicha interacción solo se produce en entornos muy determinados y bajo ciertas condiciones. En el caso de muchos idols, no pueden fotografiarse con fans, tampoco ser tocados o incluso hablar con ellos fuera del concierto. Además, las sociedades asiáticas se caracterizan por ser más reservadas, calladas o incluso tímidas.  Esta forma de ser contrasta totalmente con la personalidad mediterránea, acostumbrada al contacto físico, al ruido y al jaleo. En respuesta a la expectación generada, las autoridades locales reforzaron la presencia policial en las inmediaciones del hotel para garantizar que la emoción de los fans no comprometiera la seguridad ni el respeto por los protocolos establecidos ni por el resto de los usuarios del hotel. 

El día del concierto, los barrios más alternativos de la ciudad rebosaban kpop. Bolsas de merchandising y montañas de discos se convirtieron en el complemento principal de las fans, además de los coloridos llaveros de los peluches de la banda --un animal identifica a cada uno de los miembros, es habitual en los grupos coreanos--. Los locales de desayuno de Chueca, las tiendas curiosas de Malasaña, y los museos recibieron el doble de visitas, especialmente el Prado, fruto del interés de algunos de los miembros del grupo por el arte. De hecho, realizaron una visita presencial la mañana previa al concierto que no pasó desapercibida.

Una característica curiosa que diferencia a sus seguidoras son los 'freebies', la elaboración de pequeños regalos artesanales o comprados (pegatinas, fotos, postales, pulseras) inspirados en sus artistas favoritos. Algo que, si bien sabía que se hacía en conciertos como el de Taylor Swift o Harry Styles --en los que se intercambian pulseras-- desconozco que exista a este nivel de detalle fuera de este género musical. Alrededor del metropolitano, bajo un sol aplastante, el ambiente era festivo. Grupos de fans se acercaban para regalarte packs con imágenes, pulseras, pósters o gominolas. Todo ello con la intención de que vivas una experiencia lo más personalizada y memorable posible. Era tanta la emoción que la gente iba horas antes al estadio para poder repartir los suyos. Algunas de las chicas que me encontré habían hecho más de 3.000 postales y 200 pares de pendientes. Todo de forma altruista y con el objetivo de que te sientas dentro de la comunidad.

Con el inicio de la prueba de sonido, los gritos del interior --de las usuarias que pagaron el vip-- llenan el ambiente. Las lágrimas empiezan a asomar en los fans que hacen cola en las puertas de entrada al estadio. Se ven padres, abuelos, grupos de mujeres más mayores, chicos jóvenes solos y acompañados, parejas y algunos niños, aunque la presencia mayoritaria sea femenina. Tan solo unos pasos le separan de la puerta tras meses e incluso años de espera.  Al entrar se suceden múltiples reacciones: llanto incontrolable, risas nerviosas,  palabras ahogadas de emoción al ver el asiento y alguna expresión de incredulidad.  Delante tienen lo que tanto tiempo vieron detrás de la pantalla. 

El escenario se alza a lo lejos, impecable, dominante, furioso. Grandes pantallas defienden como soldados de hierro el logo afilado de Stray Kids,  a sus pies las fans del vip, que ya han probado un pedazo del show que se viene gritan emocionadas. Esto comienza.


3,2,1...

Una hora después, las luces se encienden, con un desfile de banderas que anuncian la llegada de los ocho. El apocalipsis se desata entre el público, cada vez más cerca de ellos, hasta que de pronto comienza los coros de la primera canción, 'Mountains'. De pronto nos sumergimos de lleno en un espectáculo sonoro, visual y hasta palpable que alcanza su culmen al atardecer. Felix, Hyunjin, Bang Chan, I.n, Han, Seugmin, Lee know y Changbin, completan un grupo que ha sabido diferenciarse de sus compañeros del sector, atrapando a miles de oyentes muy diferentes entre si, pero que compartían en esos momentos una misma pasión. Algunas los siguen desde sus inicios y otras se han ido sumando a lo largo de sus discos y publicaciones. Sea como sea su origen, por fin desvirtualizan a su grupo favorito.

El espectáculo se divide en varias partes, agrupaciones de tres a cuatro canciones que se entrelazan con intermedios de baile, música -- en los que se cambiaban de ropa-- y espacios en los que los Stray Kids hablaban al público. A pesar de ser la primera vez que actuaban en el país se mostraron muy sueltos en el idioma,  presentándose en castellano, imitando la gestualidad de las españolas y protagonizando momentos divertidos. Un caso de ellos fue cuando todo el estadio empezó a corear "qué bonito" y ellos no entendían el significado, por lo que estuvieron un rato dándole vueltas. Al final se les pegó la expresión, como tantas otras que utilizaron para estrechar el vínculo con su público, completamente volcado. Las voces de las fans se unieron en una sola llenando el Metropolitano al son de las canciones, un mix de todas sus eras, sin olvidar su debut 'District 9' y algunas versiones estrellas de sus actuaciones más famosas como la de 'S class' en los VMAS, o 'Maniac' en los Mama. Además de la versión rock de 'Lalala' o la festival versión de 'Chk chk boom'. También hubo espacio para las baladas,  con 'Cinema' y 'Cover me', que permitieron un descanso de la adrenalina del espectáculo. 

Incluso los propios miembros de seguridad del estadio levantaban sus teléfonos para captar la sintonía casi mística que se formó entre artistas y público, ajenos al resto del mundo. Un estadio completamente iluminado por los lightsticks --dispositivos luminosos que tienen los grupos de kpop--, que cambiaba de color al ritmo de las canciones. El pop, el hip hop, el techno, el rap, se fusionaron con algunas baladas rompiendo las fronteras continentales y los prejuicios alrededor del kpop Una música que siempre ha estado muy ligada a la visión más comercial y que encuentra en este tipo de bandas otros sabores, más curiosos, exóticos y a mí parecer disfrutables.

Durante las tres horas y media del concierto, los artistas mostraron una doble cara: por una parte eran risueños, cercanos y hasta sensibles con el público, compartiendo esa misma ilusión por estar y ser percibidos; y por otra arrollaron con su fuerza, determinación e incluso rabia contenida de todo el esfuerzo de los últimos años. Su calidad escénica --fruto de una estricta preparación durante años que en algunos momentos roza lo abusivo, especialmente en lo que respecta a la alimentación y el peso-- estuvo acompañada de una muy buena gestión audiovisual, y un impecable trabajo sonoro que permitió que cada melodía alcanzase hasta las últimas butacas del estadio. Además, la música estuvo acompañada de unos finales de canción espectaculares, con serpentinas, luces de colores parpadeantes y fuegos artificiales. 

Como ya es habitual en su gira, a lo largo del show quisieron comprobar el volumen del público, retándoles continuamente a cantar las canciones, en coreano. Pese a la dificultad, las fans españolas estuvieron a la altura, demostrando que las barreras lingüísticas no suponen ningún problema. Inventando la mitad de la letra y poniendo al límite a sus gargantas, las voces amenazaron con echar abajo el Metropolitano. Quizás salieron de ahí más afónicas, pero el grupo se fue asegurando que volvería y que el público español era un 10/10. 

No obstante, lo mejor estaba por llegar. Los artistas se subieron a unos carros --una parte del show que incorporaron en sus conciertos en Europa-- y recorrieron el espacio que dividía la pista con las gradas al ritmo de algunos de sus temas, como 'I like it' o 'My pace'. Seguidos por unos globos gigantes de sus característicos muñecos, tuvieron unos momentos de mayor cercanía con las fans de las gradas, que se amontonaban en la parte más baja de las escaleras, ignorando a los de seguridad. Saludos, corazones, besos al aire, bailes y demás llenaron el ambiente por unos minutos en los que el público pudo comprobar que efectivamente eran reales --ya que con la distancia era difícil percibirlos fuera de las pantallas--. De vuelta en el escenario, y con la energía por las nubes, algunos de los integrantes bajaron a la pista, donde abrazaron y se fotografiaron con las fans del Vip. 

El fin se acercaba y con él empezaron a asomar de nuevo las lágrimas. Tras saltar con 'Chk chk boom' festival version, los artistas se encaminaron hacia la despedida, con 'Star Lost', una canción antigua muy querida entre el público. Tras asegurar que volverán y que les ha encantado el país --incluso hicieron turismo por la capital y visitaron el Prado-- se fueron despidiendo mirando a cámara, en una de esas escenas que tantas fans tienen de fondo de pantalla. Lo hacen abrazados por miles de rostros que les han devuelto como regalo una de las mejores recepciones que han tenido en estos 340 días de gira.

Stray Kids se va de España tras haberse encontrado con uno de los públicos más efusivos, auténticos y fieles de todo el globo. Nos han dado lo prometido, e incluso han superado las expectativas que se habían generado en todos estos años. No son un grupo más, aunque eso se haya dicho muchas veces. Han sabido construir una conexión muy estrecha con su público, han creado una comunidad internacional que ondea banderas de cuatro continentes, han elaborado todo un repertorio musical mayoritariamente escrito y producido por ellos mismos, han dejado su sello en algunos de los escenarios más grandes. No lo tenían sencillo tras el éxito imparable de BTS, pero han demostrado que no son la sombra de nadie, son ellos mismos y eso es más que suficiente. Ahora, queda la promesa de que volverán, una mejor versión, y seguramente diferentes, pero España les esperará con los brazos abiertos una vez más. Deseando descubrir cuál será su próximo paso tras conquistar con su música el planeta.



Lucía

Lucía


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