La construcción de la homofobia en la educación parental

Las películas sobre la infancia a menudo transmiten mensajes poderosos. Algunos de ellos solo son perceptibles para aquellos que miran más allá de las escenas, buscando entender las enseñanzas universales que ofrecen y ampliando así su conocimiento y empatía. "Close" y "Monster" son dos ejemplos que exploran una narrativa común: cómo la homofobia no es innata, sino que se adquiere en el hogar o se contagia en entornos educativos.

Hace unos meses vi la película belga "Close" (2022) del director Lukas Dhont, que recibió múltiples nominaciones, incluidas unas cuántas al Oscar. La cinta, de tono íntimo, narra la relación entre dos niños de trece años, Léo y Rémi. Estos preadolescentes comparten un vínculo amistoso profundo, casi fraternal, conviviendo diariamente en una sinergia casi onírica que te hace sentir como un intruso en su habitación. Sus escenas capturan una intimidad tierna e inocente, con gestos de pura amistad como dormir apoyados uno en el otro o caricias en la cara.

Sin embargo, todo cambia cuando ingresan al instituto, un campo de batalla para los jóvenes donde la inocencia se ve atacada por una hostilidad implacable. Repentinamente, el mundo se divide en bandos, donde la necesidad de aceptación supera la identidad propia, y los estereotipos de género dictan cómo deben comportarse. El rechazo a lo considerado "femenino" se vuelve evidente, asociando ternura con debilidad, complicidad con amor romántico, y cariño entre hombres con homosexualidad.

Comienza entonces una persecución verbal que va en aumento, acompañada de burlas, miradas y risitas. De repente, todos empiezan a señalar y canturrear "sois novios, sois novios", como si fuera un contagio epidémico. Ante esto, los jóvenes se enfrentan a dos opciones: aferrarse a lo que les hace felices aunque los margine socialmente, o rechazarlo para integrarse y pasar desapercibidos entre la multitud. El acoso se convierte en un monstruo que crece en las sombras, alimentado por murmullos, comentarios despectivos y señalamientos que hacen sentir a la persona diferente como algo negativo. Cuando la diferencia es eso que solemos buscar en la intimidad de nuestra habitación para aportar algo nuevo al mundo, pero en la adolescencia, es difícil verla como una virtud, y muchos optan por ocultar sus verdaderas pasiones detrás de una máscara de conformidad.

Volviendo a la trama, es curioso como ambos niños habían encontrado en ese lenguaje íntimo un lazo irrompible que les hacía felices. Ninguno había asociado esas costumbres cariñosas con los gestos románticos hasta que se lo dicen y entonces uno de ellos comienza a marcar distancias. Nadie quiere que le asocien con una mujer, ni con un homosexual. Un producto de la educación sesgada con la que crecen numerosos hombres de todo el mundo. A pesar de que la película es belga, un país privilegiado en cuestión de materia de derechos lgtb, refleja como incluso en una sociedad avanzada pervive uno de los principales problemas, sino el que más, dentro de la materia: la educación de los hogares. 

Dos niños inocentes son corrompidos por la mala educación de otros. Daños colaterales de la homofobia histórica que no se hereda, se aprende. Un ejemplo que expone como seguimos sin proporcionar un entorno seguro para los menores de edad y su libre desarrollo. Además de por supuesto, perpetuar roles de género y prejuicios basados en los esteriotipos. Los hombres deben de esconder su sensibilidad, no lloran, son fuertes, les gustan los deportes y juegos violentos, no son muy comunicativos, hacen bromas de humor negro y no juegan con las chicas. Los hombres no tienen amistades profundas, solo colegas, no confian entre sí, son compañeros de cervezas y partidos de fútbol, deben de mantenerse fríos, encerrar sus emociones, medir sus palabras. 

En Close vemos como uno de los jovenes rechaza el contacto físico con su amigo, acercandose al esteriotipo masculino que la sociedad ha instaurado. Empieza a jugar al hockey, se rie de bromas machistas, se aleja con la bici para no ir a la vez que Remi. Así, los hogares se convierten en granjas de odio, creando ganado que debe de caminar por un mismo redil, porque a la minima que una oveja trate de escapar será señalada. 

Un ejemplo de esta dinámica la encontramos en la película Monstruo (2023) de Hirokazu Koreeda. Otro país, Japón, otra cultura, más cerrada, conservadora, al menos de cara al escaparate. Los nipones se caracterizan por su libertad sexual. Son el país líder en los juguetes sexuales más bizarros, con productos terrorífico y dudosos límites de protección a la infancia. Sin embargo, la homosexualidad aún es un tema tabú, especialmente entre los japoneses. 

Aunque los actos manifiestos de homofobia no son frecuentes en el día a día, ha habido casos destacados de figuras públicas que han expresado su rechazo hacia las personas LGBTQ+. Por ejemplo, en agosto de 2018, hubo un incidente que atrajo la atención de los medios internacionales. Mio Sugita, miembro del Partido Democrático Liberal, cuestionó el uso del dinero de los contribuyentes para apoyar causas LGBTQ+ como el matrimonio igualitario, argumentando que "estos individuos no tienen hijos y, por lo tanto, no contribuyen productivamente". Al mismo tiempo, Tomu Tanigawa, también del Partido Democrático Liberal, describió las relaciones homosexuales como un tipo de "pasatiempo" y cuestionó la necesidad de medidas legales para permitir el matrimonio igualitario. 

La película Monster de Hirokazu Kore-eda aborda de manera valiente y controvertida temas complejos a través de la mirada de dos niños, explorando la delicada dinámica entre ellos. Aunque la sutileza de las escenas crea pocos momentos propiamente románticos, sí hay un interés genuino que sugiere una atracción más profunda. Estos pasajes de intimidad contrastan con la presión juvenil que uno de los niños enfrenta para tratar mal al otro, reflejando cómo las normas sociales y la influencia del entorno pueden distorsionar las relaciones naturales. Uno de los aspectos más impactantes es la figura del padre autoritario y abusivo, quien rechaza la naturaleza de su hijo por considerar sus comportamientos como débiles o "afeminados". Este personaje ilustra perfectamente la rigidez de la mentalidad japonesa tradicional, donde la homosexualidad es vista como un estigma y un motivo de vergüenza familiar, especialmente si afecta a un hijo varón. Una actitud que nuevamente refuerza un entorno restrictivo donde la libertad de expresión y la autenticidad personal son sacrificadas en favor de la conformidad social. 

En medio de este melodrama que funciona a modo de puzzle no pude evitar sentir impotencia al ver que aunque no están basadas en hechos reales, sí representan las vidas de miles de adolescentes de todo el mundo que se han sentido y sienten señalados continuamente por ser como son.

Por eso, además de recomendarlas porque se te escapará una lagrimilla, es un fiel recordatorio de la importancia de seguir caminando de cara a una sociedad más respetuosa y empática. Sobre todo para los padres del futuro que tienen una gran responsabilidad en sus manos a la hora de educar en una serie de valores a sus hijos. Aunque no debería ser noticia en pleno 2025, estas películas continuarán rompiendo tabúes hasta que la sociedad acepte plenamente la diversidad social con total normalidad. Y eso implica una reestructuración de la enseñanza, desde los hogares hasta los centros educativos, para prevenir y actuar sobre las conductas violentas o discriminatorias dentro y fuera de las aulas.





Lucía



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