Toma un ibuprofeno
Hace dos meses viví un episodio que consiguió devolverme a la realidad después de meses de estrés, líneas de TFG, prácticas de coche y exámenes. Sufrí una migraña con aura con una sintomatología hasta el momento desconocida para mí. Estaba tranquila en una terraza tomando un café cuando empecé a notar hormigueo en los brazos y visión borrosa, sentía que estaba fuera de mi cuerpo. Me costaba levantar la taza, no tenía fuerza y me mareaba al mover la cabeza. Pocos minutos después empecé a encontrar problemas en el habla, no conseguía terminar las frases, confundía los verbos, me salían las palabras lentas, atravesadas. Mientras mi cabeza tenía la idea clara, mi voz era incapaz de transmitirla al completo, me detenía de golpe, trataba de empezar y pronunciaba mal. Mi cuerpo se sentía muy raro, mi cabeza me daba vueltas sin parar y me dolían las sienes.
La ansiedad se apoderó de mí mientras trataba de explicarle a mi amigo que no estaba bien, que algo me pasaba y llamaba a mis padres por teléfono. Es importante contextualizar que me encontraba en Santiago pasando el día, lejos del hospital al que suelo ir y con un tren de 40 minutos cuatro horas más tarde. La urgencia era inmediata, parecía un problema neurológico grave y me desplacé al hospital compostelano en taxi, muerta de miedo. Fue uno de esos momentos en los que te planteas todo: y si es algo importante y me deja secuelas, y si no soy capaz de hablar bien de nuevo, y si tengo que ir a rehabilitación, y si no puedo defender el tfg, y si, y si, y si.
La narración de unos síntomas puede volverse todo un episodio de terror, especialmente si antes has sufrido alguna patología mental, como puede ser la ansiedad. El tener antecedentes ansiosos condiciona en algunos casos la credibilidad por parte de algunos sanitarios del servicio de urgencias, quienes sentencian tras un vago y despreocupado chequeo, que has sufrido una crisis de ansiedad. Si bien la vulnerabilidad que se siente al estar enfermo puede ocasionar un ataque, estamos hablando del cuestionamiento hacia el propio paciente, conocedor de la sintomatología ansiosa, que insiste una y otra vez con que su cuerpo no está bien, lo que le ocurre es más profundo que eso. La infantilización, "tómate este alprazolam aquí mismo", la banalización de su testimonio, "eso son nervios", la atención tardía ante síntomas neurológicos, "en una persona mayor habría sido suficiente para aplicar el protocolo de ictus", el tono condescendiente y paternalista, "eso se te pasa al dormir y si no te tomas otra" o la pasividad ante otras informaciones relevantes del historial clínico, empeoran la imagen por parte de la juventud hacia los servicios sanitarios, especialmente de urgencia.
La estigmatización del paciente mental existe también en los espacios supuestamente seguros para el mismo. Incluso aquellas enfermedades más comunes, como la depresión o el trastorno de ansiedad, que se han expandido como una pandemia silenciosa que amenaza a al menos un familiar, amigo o conocido de todos nosotros, siguen siendo objeto de des-preocupación. Llegué al PAC de Santiago asustada, con gran dificultad para expresar los síntomas que tenía, todos ellos neurológicos y desconocidos para mí hasta ese momento. Tras algo más de una hora y cuarto de espera entré en una consulta en la que una médica inquisidora me escuchaba detrás de un ordenador. El diagnóstico lo había decidido incluso antes de explorarme. Salí de la consulta con los mismos síntomas, pero también sintiéndome humillada.
Mis padres, asustados, decidieron llevarme al hospital de mi ciudad para una segunda valoración. Tras una noche ingresada, varias pruebas y una revisión de mi historial clínico, se concluyó que había sido una migraña con aura fruto de la toma de anticonceptivos. Una enfermedad que comparte sintomatología con patologías de mayor gravedad como el ictus. Estamos hablando de algo muy común, como es la toma de anticonceptivos, capaz de crear una situación de alarma, a través de la migraña, que puede provocar un gran terror al paciente, incapaz de distinguir si lo que le ocurre es normal o se trata de un problema cerebral.
Llegados a este punto, quizás alguna de las personas que me leen están tomando anticonceptivos con migraña diagnosticada o han experimentado algún episodio similar al que he narrado. Tras consultarlo con mi ginecólogo, las mujeres con migrañas normales pueden tomar anticonceptivos siempre y cuando no se presente una migraña con aura. Existen casos en los que esta patología nunca ocurre y otros, como el mío, que es necesario retirar la medicación. Actualmente, hay otras alternativas sin estrógeno para las personas migrañosas, los métodos que incluyen exclusivamente progestágenos, como la minipíldora, el DIU o el implante subdérmico. Por ello, enfatizo la importancia de dedicarle tiempo a decidir el método anticonceptivo que se va a utilizar. Apesar de que hoy en día las pastillas se recetan como caramelos, es importante conocer qué tratamiento es el más adecuado para nuestro cuerpo y sobre todo, acudir al médico ante señales de alarma.
"No voy, tengo una migraña insoportable"
"Según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN) la migraña afecta en España a más de 5 millones de personas, de los cuales más de un 70% presenta una discapacidad grave y un 14% una discapacidad moderada. Además, en España, 1,5 millones de personas padecen migraña crónica, llamada así cuando los pacientes experimentan dolor de cabeza 15 o más días al mes." (Pérez Menéndez, 2019).
Tristemente el dolor de cabeza está tan normalizado que padecer una migraña parece ser algo asumible, de baja intensidad, que con un ibuprofeno se soluciona. Solo las personas que conocen casos cercanos o las han sufrido saben lo incapacitante que puede llegar a ser ese dolor. Tanto que en varias ocasiones he tenido que justificar por activa y por pasiva la cancelación de un plan por un brote de migraña, de esos donde la luz y el sonido me atacan como cuchillas directas a mi cráneo.
"Los estudios de la carga mundial de la enfermedad, publicados regularmente en The Lancet, ya establecían que la cefalea tipo tensión y la migraña eran la segunda y la tercera enfermedad más prevalentes del mundo, incluyendo todas las causas y no solo las neurológicas. En este nuevo trabajo se pone en contexto dicha información: son trastornos muy frecuentes, independientemente del territorio estudiado», apunta David García Azorín , neurólogo en el Hospital Universitario Clínico de Valladolid, al Science Media Centre España (SMC)" (ABC, 2022).
Unas cifras alarmantes que contrastan con la falta de empatía de una sociedad que no entiende como un "dolor de cabeza" es importante, especialmente a la hora de realizar un buen diagnóstico que permita al paciente encontrar la medicación apropiada para su caso y vivir con la tranquilidad de que si va al médico será escuchado. Con la migraña ocurre algo similar a la actitud frente a las enfermedades mentales, como no se ven los síntomas, más allá de lo que una pueda exteriorizar o casos muy extremos, se da por supuesto que no es para tanto. La persona deprimida que va a trabajar maquillada no está tan mal porque se arregla, la persona ansiosa que planifica todo al milímetro es simplemente previsora, la persona que padece algún trastorno alimenticio no despierta la voz de alarma hasta que se presentan cambios físicos y la persona migrañosa en medio de una crisis es perfectamente capaz de ir a trabajar y hacer su vida, "si yo te veo perfectamente, tómate un ibuprofeno". Todas las enfermedades que van por dentro, que a simple vista no se ven, son las que más se banalizan, precisamente porque no se percibe ese deterioro que puedes ver en alguien con gripe o una escayola. Necesitamos ver tiritas, sangre, pieles pálidas, cuerpos débiles, para darle la importancia que merecen.
Para concienciar es necesario informar. Dar a conocer a la migraña como lo que es, una enfermedad incapacitante, no simplemente relegarla a un tercer plano donde el paciente debe de lidiar con el dolor y la necesidad de justificarse a diario. También, por supuesto, tenerla en cuenta a la hora de recetar anticonceptivos, comunicándole a la paciente los posibles inconvenientes que puede encontrar en la toma de dicho tratamiento. Especialmente debido a que, según Jelena Pavlovic, neuróloga de la Facultad de Medicina Albert Einstein de Nueva York, las mujeres tienen entre dos y tres veces más probabilidades de sufrir migraña que los hombres. Se convierte así, en una de las causas más frecuentes de discapacidad entre las mujeres de 15 a 49 años (New York Times, 2023). Una condición que podría deberse a los cambios bruscos en los niveles de estrógenos en el cuerpo femenino y que, al suministrar anticonceptivos, se intensifica.
De todo este episodio he tratado de sacar algo positivo y es la información que he averiguado, preguntando, investigando y leyendo sobre el tema, que ahora me permite conocer un poco más de la migraña, entender a mis conocidos que la padecen y sobre todo a mí misma. Os animo a practicar la empatía con esta y el resto de patologías, es necesario rodearse de personas que valoren el esfuerzo que una persona enferma hace a diario. Y ante la duda, si seguís preocupados, no os quedéis con el primer diagnóstico y acudid a un neurólogo.
Lucia