Cuando el rojo neón te ciega la vista
El barrio rojo de Ámsterdam es conocido por toda Europa por ser un punto de encuentro entre el morbo, la curiosidad y la lujuria. En él, las miradas furtivas bañadas en vergüenza se mezclan con la provocación de aquellos que se pegan al cristal, mirando a los ojos a las mujeres que están tras ellos, expuestas como si se tratasen de la nueva colección del Zara. Atractivas, jóvenes, incluso demasiado apetecibles, perfectas. "Podría ser yo", pienso con el neón rojo reflejado en los ojos, "o tú misma".
Un viaje a sus orígenes
Nos encontramos en los inicios del siglo XIV en una ciudad holandesa de pescadores. Ámsterdam se proclamaba no solo a favor del llamado oficio más antiguo del mundo, sino que publicaba un estatuto que afirmaba que "las prostitutas son necesarias en ciudades como la nuestra, es preferible tener a estas mujeres que no tenerlas". Los marineros no dudaban en expresar la importancia de tener a su servicio estos espacios donde saciar sus deseos tras meses de abstinencia sexual en el mar. Un siglo más tarde, la ciudad se consagraba en un gran centro económico, famoso también por sus casas de juego y baile, donde los turistas acudían a disfrutar de las mujeres.
Sin embargo, había una clara diferencia entre Holanda y el resto de países donde se lleva a cabo la prostitución, una temprana regularización. Durante la invasión francesa se crea una nueva normativa que obligaba a todas las prostitutas a registrarse en la policía y pasar controles médicos para prevenir epidemias de enfermedades de transmisión sexual. Todo esto pasaba por una estricta vigilancia del gobierno, que colocaba a policías y trabajadores sociales en las zonas del Red Light District, formado por tres áreas: De Wallen, Singelgebied y Ruysdaelka.
A día de hoy, se calcula que alrededor de 600 mujeres trabajan a diario en los escaparates de las zonas neones de Ámsterdam. Aparentemente, todas ellas acceden a dicha profesión por voluntad propia; Sin embargo, un informe de ‘Fondation Scelles’ estima que entre el 50 % y el 90 % de las mujeres del ‘Barrio rojo’ probablemente sean víctimas de trata.
A través de los llamativos farolillos, encendidos durante todo el día, podemos localizar las casas que ofrecen este servicio, limitado a las mayores de 21 años. Las trabajadoras, que deben declarar sus prestaciones y pagar impuestos como cualquier otro ciudadano, son parte de un debate mundial que año tras años genera polémicas, ¿se debe abolir la prostitución?
Nos vamos de tiendas, pero esta vez con escaparates humanos
El día que llegamos a Ámsterdam pasamos por las calles de De Wallen sin ser conscientes de ello. Había algunos escaparates rojizos en determinadas localizaciones y unos farolillos perenne en las puertas, pero nada que adelantase lo que íbamos a ver. Entrar en el canal principal fue como transportarse a un videojuego. Algunas caras se veían incluso aniñadas, con los 18 años recién cumplidos. Los cuerpos cumplían un mismo canon, delgados con pechos, culo y labios operados. Algunas con lencería, otras con menos prendas encima, habitando pequeños cubículos rojizos que transmitían sensación de claustrofobia. Había chicas rubias y morenas, con y sin peluca. Interactuando con los transeúntes con posiciones sugerentes o sentadas a la espera. Los turistas se dividían en distintas reacciones, aunque las mujeres optaban por mirar de reojo, sin fijar la mirada por mucho tiempo.
Poco después encontramos una zona menos conocida, al menos por los extranjeros, el callejón que rodea la iglesia Oude Kerk. Algo que de primeras puede sorprender es la ubicación de estos prostíbulos cara a cara con un edificio religioso. Esto se debe a los orígenes que comentaba, Ámsterdam era una ciudad de marineros, tras establecerse la prostitución, recurrían a ella y posteriormente pagaban indulgencias a la iglesia para perdonar sus pecados. Formaron así una alianza basada en el dinero para justificar la libertad de oficio y consumo del mismo. Es curioso que en esta zona, a la que las calles de los canales roban el protagonismo, cuenta con una mayor variedad de mujeres. Encontramos a chicas negras y latinas, incluso a alguna que se salía de esa delgadez de muñeca de juguete con las tetas operadas. Cuerpos más reales dentro de lo posible. Nos sorprendió esa especie de guetto para las prostitutas extranjeras que carecían de representación en el resto de las vitrinas
El periodismo no descansa y en estas vacaciones tanto mi compañera de viaje como yo sacamos el bloc de notas para apuntar los aspectos más sorprendentes. Además, nos detuvimos a la espera de movimiento en las puertas. Queríamos saber hasta qué punto se pagaban esos servicios. A las 20:00 horas los clientes entraban y salían. Primero de los espectáculos de sexo en vivo que algunos espacios ofertaban, luego empezamos a ver que las cortinas se movían y distintos rostros salían sonrientes de las habitaciones neones. Hombres jóvenes, de nuestra edad, otros más mayores. Todos se incorporaban como si nada y eso nos choca, acostumbradas a que esta actividad sea clandestina. No parábamos de mirarnos buscando respuestas a lo que veíamos. El dinero entraba sin parar en aquellos establecimientos de alquiler de cuerpos por un cuarto de hora. También en los cines de espectáculos pornográficos y en las cabinas para ver sexo en vivo durante dos minutos. Cuerpos desnudos a cambio de dos euros.
No había personas, había deseo caminando por esas calles.
Observamos reacciones de todo tipo, desde aquellos que disimulaban al echar un vistazo mientras continuaban caminando, grupos alborotadores que petaban en los cristales o les decían cosas a las mujeres, turistas sacando fotos con todo el descaro pese a la expresa prohibición en todo el barrio y juegos de seducción entre el cliente y la prostituta.
La policía era incapaz de abarcar el control de la zona, los pocos efectivos que vimos iban caminando juntos en patrulla, de manera que dejaban desprotegidas el resto de escaparates del lugar. Hablando con mi compañera coincidimos en que tendría que haber uno cada ciertos metros, para al menos supervisar que no se cometan disturbios. En uno de los callejones presenciamos una situación violenta entre un par de chicos que actuaron agresivamente con las empleadas. No fue el único caso, también una tuvo que cerrar con fuerza la cortina al recibir un golpe en el cristal. La agresividad es una característica que se suele asociar a las personas que pagan por la prostitución, ya que creen que ese dinero les otorga el poder de humillar, usar e incluso agredir a las trabajadoras sexuales.
La segunda noche que visitamos De Wallen la afluencia se había multiplicado y era difícil caminar. Había muchos más hombres entrando en las cabinas, muchas cortinas cerradas, muchas mujeres lavándose las manos tras un servicio, muchos grupos esperando a un amigo ante la puerta neón. La curiosidad nos mantenía alerta a cada movimiento en esas calles, aunque se nos hacía difícil mirar prolongadamente a los ojos de esas mujeres. Salía delante de nosotras un chico que parecía de nuestra edad y nos hizo preguntarnos el nivel de consumo local que puede haber en los jóvenes de este país. Al final, tenemos una visión de cómo es la persona que paga: un hombre mayor. Sin embargo, hemos visto una mayoría de personas jóvenes que o bien pagaban el servicio o se interesaban por él pidiendo el precio. Quizás aquí es costumbre llegar a la mayoría de edad y acudir al menos una vez a una de ellas. Resulta distópico encontrarse tanta oferta de mujeres, pero más aún ver que los consumidores salen victoriosos, sin vergüenza alguna, incluso siendo felicitados por sus amigos.
Si bien parece un espacio meramente orientado hacia el turismo, que viene a Ámsterdam a vivir experiencias que se alejan de lo cotidiano, un joven local nos confirmó que los propios holandeses acuden muy a menudo a estos servicios. Por su manera de contarlo, vemos que no hay ningún estigma alrededor de estas trabajadoras, que incluso gozan del respeto de los habitantes del barrio.
¿Y los hombres?
A finales de la década de los 90 se plantea incorporar a trabajadores sexuales de género masculino a estos escaparates. Los elegidos fueron cinco chicos entre más de 1000 candidatos, que en las tres horas que duraron expuestos tan solo tuvieron seis clientes, todos ellos hombres. La prensa local se volvió loca y lleno las calles del distrito rojo, vulnerando la privacidad de los prostitutos, que decidieron abandonar su vitrina a las pocas horas.
A través de este experimento sociológico concluyeron que no había interés por parte de las mujeres en pagar estos servicios. Por ello, se decidió abandonar la idea.
Estado del conflicto
No voy a engañaros, me sentí sobrepasada por la situación, aunque una parte de mí quería saberlo todo. ¿Por qué han decidido tener esa vida? ¿Cuánto dinero ganarán? ¿Cuántos clientes tendrán en un solo día? ¿Y en un mes? Ponerles cara hace que todo lo que acostumbramos a ignorar se haga real. También te genera preguntas sobre cómo se percibirán las relaciones sexuales en ese país. ¿Será normal irse de putas al cumplir los 18 años? ¿Podrás tener como clientes a conocidos o amigos de tus padres? ¿Qué pensarán las familias de las prostitutas? Hay que tener en cuenta que, pese a esa apología por la libertad que podemos percibir, en un principio ha ganado un partido ultraderechista en las últimas elecciones. Algo que contradice ese espíritu pro drogas y pro prostitutas que parecen llevar como bandera. Quizás estamos ante un escenario ficticio diseñado por y para el turista extranjero, que visita Ámsterdam, como quien visita Las Vegas, en busca de desfase.
No obstante, las manifestaciones convocadas en octubre de 2023 por las trabajadoras ante el posible traslado del barrio a las afueras de la metrópolis contó con el apoyo de los vecinos del distrito. “¡El Barrio Rojo está aquí para quedarse!”, “Los vecinos apoyan a las trabajadoras sexuales”, “¡Los oriundos de Ámsterdam respetan a las trabajadoras sexuales!”, y “No a un Barrio Rojo sin trabajadoras sexuales”, fueron algunos de los eslóganes de las pancartas que llenaron las calles neerlandesas.
Esta iniciativa por parte del ayuntamiento por convertir la ciudad en un espacio donde quieran ir los propios ciudadanos locales e incluso unidades familiares promueve la creación de un centro erótico como alternativa al Red District, lejos del centro turístico.
Con un conflicto de intereses y la amenaza de la restricción por parte de la nueva coalición política, ¿estaremos ante el fin de uno de los espacios más emblemáticos y polémicos de Europa? Si me preguntan a mí, no lo creo, es una fuente de ingresos asegurada para el país, tanto por el servicio erótico como por el turismo que atrae. Seguirán los farolillos rojos, seguirán los conjuntos lenceros teñidos de neón, seguirán las cortinas tupidas. Seguirá comercializándose el cuerpo de las mujeres, pero se verá "bien" porque son ellas las que ponen el precio.
Un viaje a sus orígenes
Nos encontramos en los inicios del siglo XIV en una ciudad holandesa de pescadores. Ámsterdam se proclamaba no solo a favor del llamado oficio más antiguo del mundo, sino que publicaba un estatuto que afirmaba que "las prostitutas son necesarias en ciudades como la nuestra, es preferible tener a estas mujeres que no tenerlas". Los marineros no dudaban en expresar la importancia de tener a su servicio estos espacios donde saciar sus deseos tras meses de abstinencia sexual en el mar. Un siglo más tarde, la ciudad se consagraba en un gran centro económico, famoso también por sus casas de juego y baile, donde los turistas acudían a disfrutar de las mujeres.
Sin embargo, había una clara diferencia entre Holanda y el resto de países donde se lleva a cabo la prostitución, una temprana regularización. Durante la invasión francesa se crea una nueva normativa que obligaba a todas las prostitutas a registrarse en la policía y pasar controles médicos para prevenir epidemias de enfermedades de transmisión sexual. Todo esto pasaba por una estricta vigilancia del gobierno, que colocaba a policías y trabajadores sociales en las zonas del Red Light District, formado por tres áreas: De Wallen, Singelgebied y Ruysdaelka.
A día de hoy, se calcula que alrededor de 600 mujeres trabajan a diario en los escaparates de las zonas neones de Ámsterdam. Aparentemente, todas ellas acceden a dicha profesión por voluntad propia; Sin embargo, un informe de ‘Fondation Scelles’ estima que entre el 50 % y el 90 % de las mujeres del ‘Barrio rojo’ probablemente sean víctimas de trata.
A través de los llamativos farolillos, encendidos durante todo el día, podemos localizar las casas que ofrecen este servicio, limitado a las mayores de 21 años. Las trabajadoras, que deben declarar sus prestaciones y pagar impuestos como cualquier otro ciudadano, son parte de un debate mundial que año tras años genera polémicas, ¿se debe abolir la prostitución?
Nos vamos de tiendas, pero esta vez con escaparates humanos
El día que llegamos a Ámsterdam pasamos por las calles de De Wallen sin ser conscientes de ello. Había algunos escaparates rojizos en determinadas localizaciones y unos farolillos perenne en las puertas, pero nada que adelantase lo que íbamos a ver. Entrar en el canal principal fue como transportarse a un videojuego. Algunas caras se veían incluso aniñadas, con los 18 años recién cumplidos. Los cuerpos cumplían un mismo canon, delgados con pechos, culo y labios operados. Algunas con lencería, otras con menos prendas encima, habitando pequeños cubículos rojizos que transmitían sensación de claustrofobia. Había chicas rubias y morenas, con y sin peluca. Interactuando con los transeúntes con posiciones sugerentes o sentadas a la espera. Los turistas se dividían en distintas reacciones, aunque las mujeres optaban por mirar de reojo, sin fijar la mirada por mucho tiempo.
Poco después encontramos una zona menos conocida, al menos por los extranjeros, el callejón que rodea la iglesia Oude Kerk. Algo que de primeras puede sorprender es la ubicación de estos prostíbulos cara a cara con un edificio religioso. Esto se debe a los orígenes que comentaba, Ámsterdam era una ciudad de marineros, tras establecerse la prostitución, recurrían a ella y posteriormente pagaban indulgencias a la iglesia para perdonar sus pecados. Formaron así una alianza basada en el dinero para justificar la libertad de oficio y consumo del mismo. Es curioso que en esta zona, a la que las calles de los canales roban el protagonismo, cuenta con una mayor variedad de mujeres. Encontramos a chicas negras y latinas, incluso a alguna que se salía de esa delgadez de muñeca de juguete con las tetas operadas. Cuerpos más reales dentro de lo posible. Nos sorprendió esa especie de guetto para las prostitutas extranjeras que carecían de representación en el resto de las vitrinas
El periodismo no descansa y en estas vacaciones tanto mi compañera de viaje como yo sacamos el bloc de notas para apuntar los aspectos más sorprendentes. Además, nos detuvimos a la espera de movimiento en las puertas. Queríamos saber hasta qué punto se pagaban esos servicios. A las 20:00 horas los clientes entraban y salían. Primero de los espectáculos de sexo en vivo que algunos espacios ofertaban, luego empezamos a ver que las cortinas se movían y distintos rostros salían sonrientes de las habitaciones neones. Hombres jóvenes, de nuestra edad, otros más mayores. Todos se incorporaban como si nada y eso nos choca, acostumbradas a que esta actividad sea clandestina. No parábamos de mirarnos buscando respuestas a lo que veíamos. El dinero entraba sin parar en aquellos establecimientos de alquiler de cuerpos por un cuarto de hora. También en los cines de espectáculos pornográficos y en las cabinas para ver sexo en vivo durante dos minutos. Cuerpos desnudos a cambio de dos euros.
No había personas, había deseo caminando por esas calles.
Observamos reacciones de todo tipo, desde aquellos que disimulaban al echar un vistazo mientras continuaban caminando, grupos alborotadores que petaban en los cristales o les decían cosas a las mujeres, turistas sacando fotos con todo el descaro pese a la expresa prohibición en todo el barrio y juegos de seducción entre el cliente y la prostituta.
La policía era incapaz de abarcar el control de la zona, los pocos efectivos que vimos iban caminando juntos en patrulla, de manera que dejaban desprotegidas el resto de escaparates del lugar. Hablando con mi compañera coincidimos en que tendría que haber uno cada ciertos metros, para al menos supervisar que no se cometan disturbios. En uno de los callejones presenciamos una situación violenta entre un par de chicos que actuaron agresivamente con las empleadas. No fue el único caso, también una tuvo que cerrar con fuerza la cortina al recibir un golpe en el cristal. La agresividad es una característica que se suele asociar a las personas que pagan por la prostitución, ya que creen que ese dinero les otorga el poder de humillar, usar e incluso agredir a las trabajadoras sexuales.
La segunda noche que visitamos De Wallen la afluencia se había multiplicado y era difícil caminar. Había muchos más hombres entrando en las cabinas, muchas cortinas cerradas, muchas mujeres lavándose las manos tras un servicio, muchos grupos esperando a un amigo ante la puerta neón. La curiosidad nos mantenía alerta a cada movimiento en esas calles, aunque se nos hacía difícil mirar prolongadamente a los ojos de esas mujeres. Salía delante de nosotras un chico que parecía de nuestra edad y nos hizo preguntarnos el nivel de consumo local que puede haber en los jóvenes de este país. Al final, tenemos una visión de cómo es la persona que paga: un hombre mayor. Sin embargo, hemos visto una mayoría de personas jóvenes que o bien pagaban el servicio o se interesaban por él pidiendo el precio. Quizás aquí es costumbre llegar a la mayoría de edad y acudir al menos una vez a una de ellas. Resulta distópico encontrarse tanta oferta de mujeres, pero más aún ver que los consumidores salen victoriosos, sin vergüenza alguna, incluso siendo felicitados por sus amigos.
Si bien parece un espacio meramente orientado hacia el turismo, que viene a Ámsterdam a vivir experiencias que se alejan de lo cotidiano, un joven local nos confirmó que los propios holandeses acuden muy a menudo a estos servicios. Por su manera de contarlo, vemos que no hay ningún estigma alrededor de estas trabajadoras, que incluso gozan del respeto de los habitantes del barrio.
¿Y los hombres?
A finales de la década de los 90 se plantea incorporar a trabajadores sexuales de género masculino a estos escaparates. Los elegidos fueron cinco chicos entre más de 1000 candidatos, que en las tres horas que duraron expuestos tan solo tuvieron seis clientes, todos ellos hombres. La prensa local se volvió loca y lleno las calles del distrito rojo, vulnerando la privacidad de los prostitutos, que decidieron abandonar su vitrina a las pocas horas.
A través de este experimento sociológico concluyeron que no había interés por parte de las mujeres en pagar estos servicios. Por ello, se decidió abandonar la idea.
Estado del conflicto
No voy a engañaros, me sentí sobrepasada por la situación, aunque una parte de mí quería saberlo todo. ¿Por qué han decidido tener esa vida? ¿Cuánto dinero ganarán? ¿Cuántos clientes tendrán en un solo día? ¿Y en un mes? Ponerles cara hace que todo lo que acostumbramos a ignorar se haga real. También te genera preguntas sobre cómo se percibirán las relaciones sexuales en ese país. ¿Será normal irse de putas al cumplir los 18 años? ¿Podrás tener como clientes a conocidos o amigos de tus padres? ¿Qué pensarán las familias de las prostitutas? Hay que tener en cuenta que, pese a esa apología por la libertad que podemos percibir, en un principio ha ganado un partido ultraderechista en las últimas elecciones. Algo que contradice ese espíritu pro drogas y pro prostitutas que parecen llevar como bandera. Quizás estamos ante un escenario ficticio diseñado por y para el turista extranjero, que visita Ámsterdam, como quien visita Las Vegas, en busca de desfase.
No obstante, las manifestaciones convocadas en octubre de 2023 por las trabajadoras ante el posible traslado del barrio a las afueras de la metrópolis contó con el apoyo de los vecinos del distrito. “¡El Barrio Rojo está aquí para quedarse!”, “Los vecinos apoyan a las trabajadoras sexuales”, “¡Los oriundos de Ámsterdam respetan a las trabajadoras sexuales!”, y “No a un Barrio Rojo sin trabajadoras sexuales”, fueron algunos de los eslóganes de las pancartas que llenaron las calles neerlandesas.
Esta iniciativa por parte del ayuntamiento por convertir la ciudad en un espacio donde quieran ir los propios ciudadanos locales e incluso unidades familiares promueve la creación de un centro erótico como alternativa al Red District, lejos del centro turístico.
Con un conflicto de intereses y la amenaza de la restricción por parte de la nueva coalición política, ¿estaremos ante el fin de uno de los espacios más emblemáticos y polémicos de Europa? Si me preguntan a mí, no lo creo, es una fuente de ingresos asegurada para el país, tanto por el servicio erótico como por el turismo que atrae. Seguirán los farolillos rojos, seguirán los conjuntos lenceros teñidos de neón, seguirán las cortinas tupidas. Seguirá comercializándose el cuerpo de las mujeres, pero se verá "bien" porque son ellas las que ponen el precio.
Lucia