Mirar desde el hoyo.
En algunas noches de intermitencia, en la que el sueño se va de viaje y recibo a un insomnio deseoso de hacer turismo por los rincones de mi mente, acabo pensando mucho y por consecuencia escribiendo. Es sobre todo de madrugada cuando más consciente soy de la guerra interna que tengo conmigo misma y lo difícil, dura y estricta que soy con mi propio progreso mental.
"La salud mental no es lineal", es uno de los mantras que más me repito. Las enfermedades mentales crecen, cambian, ramificándose, vertical y horizontalmente como un árbol, intentando alcanzar más y más espacio con sus raíces. Y de repente cuando quieres tratarlas no sabes por dónde empezar a podar. No entiendes su funcionamiento, te frustras, sintiéndote rodeado de ramas y ramas que se cierran a tu alrededor. Acabas perdiendo la luz dentro de esa maraña de plantas. A situaciones desesperadas, medidas desesperadas y crees que lo más sencillo es provocar un incendio, quemando todo lo que te rodea, dejando hasta la última hoja chamuscada por el fuego. Luego tienes dos problemas, esa acción crea consecuencias, sientes que te falta el aire por el humo, tienes miedo porque te has hecho daño a ti mismo y no sabes como perdonártelo. Entiendes que te has atacado, exigido, maltratado. Porque sí, es un maltrato psicológico y físico a uno mismo. Intentas recuperar tu propia confianza, pero hay demasiadas barreras, demasiadas cenizas, demasiado dolor.
Pospones el tratamiento, no pides ayuda, o intentas hacer como si el conflicto no existiera, hasta que te reencuentras con él, pero no solo te saluda, sino que empieza a anularte como persona, volverse una sombra que te acompaña incluso cuando no hay luz que la proyecte. Pierdes el habla o parece que no encuentras las palabras para comunicarte, tratas de gestionarlo por ti mismo, pero no cuentas con herramientas ni conocimientos para hacerlo. Te sigues rodeando de gente por costumbre, perdiendo las ganas de atender a las conversaciones, empiezas a disociar, buscas excusas para irte antes de tiempo. Duermes mucho o nada, sin término medio, descuidas tu alimentación, tu higiene, tu aspecto, tu rutina y hábitos, por no hablar de los estudios, aunque a veces ocurre lo contrario y te aferras a algo como el trabajo, deporte o una actividad de manera compulsiva para sentirte productivo. Te vas aislando en ese pozo, mientras el tiempo y la vida sigue a tu alrededor y eres incapaz de mantener el ritmo.
Reconocer y aceptar que se tiene una enfermedad mental es un proceso arduo, en el que se viven distintas fases, algunas de ellas muy largas, hasta que se alcanza la aceptación. Puede pasar mucho tiempo hasta que se encuentra la fortaleza interna para afrontar la enfermedad, entenderla como parte de uno mismo y convivir con ella con cariño y paciencia. La agresividad mental hacia mí misma fue y es uno de los puntos que más intento corregir aún a día de hoy. La depresión apareció en mi vida, haciéndome sentir vulnerable, pequeña, limitada, aumentando la ansiedad que ya tenía y volviéndome violenta conmigo misma. Me generaba rabia el sentirme mal, el llorar sin control, esa incapacidad de gestión emocional, bajones, picos depresivos, apatía, o no ser capaz de tener unos horarios de sueño o funcionar como me gustaría. Odiaba depender de la medicación para afrontar mis obligaciones o dar dormido un par de horas, llegando al extremo de ser incapaz de pegar ojo si no las tomaba.
La ayuda psicológica es una de las herramientas más importantes que he tenido y me ha librado de muchos demonios internos, liberando la carga que llevaba en los hombros a cada sesión. Un instrumento privado, debido a las largas esperas para acceder de manera pública, que no todo el mundo es capaz de permitirse. En mi caso, tuve la suerte de empezar a tratarme con una profesional hace meses, reconstruyendo la relación que tenía conmigo misma y volviéndola más sana. La enfermedad no ha desaparecido, pero sí se ha adormecido. He asumido el control sobre ella pese a los altibajos y el autosabotaje que sufro eventualmente y que forman parte del crecimiento. No obstante, ser plenamente consciente de esa naturaleza curvilínea de la salud mental es fundamental para entender que los bajones no condicionan el proceso de mejora y que siempre serán temporales. Es imposible estar siempre contento y esa falsa creencia de la felicidad como meta de vida es irreal y dañina.
Actualmente estoy en un período de relativa paz, en el que aunque me reencuentro habitualmente con la ansiedad, no se compara a mi yo de hace un año o unos meses, lo mismo pasa con la depresión. De hecho, puedo tomar un café con ella sin sentir ganas de escapar a mi casa a refugiarme. Convivo de la mano, entendiendo que aunque vengan recaídas todo este aprendizaje se queda y me ayuda a enfocarlas un poquito mejor.
Empatizar con el proceso individual de uno mismo y de las personas del entorno es algo que hay que trabajar constantemente, mejorando y aprendiendo. Promover la información, las charlas educativas y el acercamiento a temas de salud mental desde pequeños, introduciendo temáticas en los colegios como el método de actuación ante una crisis de ansiedad, combatir los estereotipos físicos para fomentar la diversidad de cuerpos, o romper la desinformación al respecto de la Esquizofrenia o el TLP, acercando casos reales de personas que puedan contar su experiencia al respecto. Enseñar en los colegios e institutos que existe una gran variedad de enfermedades mentales y que no por tener una tu vida va a tener menor calidad o vas a afrontarlo solo. Que llorar no es malo, ni se debe hacer en silencio, a escondidas, por miedo a como se verá desde fuera, que todas esas emociones que sientes las ha sentido, sienten y sentirán muchísimas personas que te rodean a lo largo de tu vida y que vivirlo acompañado hace el recorrido menos duro.
En muchos casos tenemos que esperar a ver un caso extremo para preocuparnos y actuar. No todas las enfermedades se manifiestan con síntomas claros, ni es necesario que sea así para considerarlas importantes. Uno de los mayores problemas es que se piensa que por ser activo socialmente o hacer tu vida lo más normal posible tu depresión (Por ejemplo) no es tan grave porque no te incapacita. Nadie sabe, solo la persona que lo padece, hasta qué punto lucha cada día para llevar a cabo las actividades más sencillas o levantarse de la cama. Tu enfermedad no es más o menos válida por tus logros, por tu imagen o lo que se ve desde fuera, por tus
Es triste que no entremos en alerta hasta presenciar un estado extremo, o ver autolesiones, cuando los precedentes muchas veces son avisos, pensamientos en voz alta, comportamientos, algunos más claros que otros, pero que se exteriorizan, pasando desapercibidos o siendo ignorados. No tiene que haber una relación directa entre cómo te sientes y como te ves en todos los casos, aunque el desgaste mental acabe repercutiendo. La banalización de los primeros síntomas o comentarios afectan, en mi caso conviví un tiempo con la enfermedad pensando que eran días malos, callando mucho y viviéndolo a oscuras. Comparaba cómo me sentía con experiencias que leía o casos graves y me autoconvencía de que aún no estaba lo suficientemente mal para pedir ayuda. ¿Cuándo es el momento entonces? Nos echamos las manos a la cabeza cuando vemos casos y casos de niños que se suicidan, de adolescentes, de adultos. No podemos entender que teniendo familia, trabajo, casa, tomen esa decisión. Pero al mismo tiempo invalidamos las enfermedades mentales, pedimos demasiadas explicaciones al respecto, nunca son suficientes, esperamos que pase algo lo suficientemente grave a nuestro parecer para actuar y a veces es tarde.
Normalicemos las enfermedades y démosle su espacio e importancia. Dejando de permitir su estigmatización, prejuicios, falta de actuación y desinformación.
La ayuda psicológica es tan importante como la educación de la sociedad con relación a la salud mental.
Tu salud mental va primero. Cuídala y cuídate.
Aclaración: Todo lo que trato en este post es desde la experiencia personal y de personas de mi entorno. Si bien es cierto que quiero abarcar más tipos de enfermedades mi experiencia se limita a la ansiedad y depresión por eso recalco tanto ambas. Esto no significa que le de más importancia que al resto, pero prefiero centrarme en lo que yo he vivido y usarlo como ejemplo.
Lucía.